EL TESORO
San Sixto, sí, me refiero a la Peña de San Sixto. Esas rocas que, cuando niños, suponían una ilusión, un lugar mágico que nos atraía y que, con su aureola de misterio, ocupaban un lugar preeminente en nuestra imaginación durante los momentos en que nos concentrábamos en animadas charlas. Durante aquellos descansos que servían para reponer fuerzas al cesar, momentáneamente, la actividad física: las carreras de los chicuentos, los partidos de fútbol, los saltos de la burra y los brincos por encima de la baranda que separa los paseos.
Era normal que en los grupos que formábamos los niños se hablase de esa peña en la que, según nosotros, existía un tesoro. En nuestra infantil fantasía llegábamos a tener antes los ilusionados ojos de la imaginación las figuras de hombres sudorosos excavando la base de las rocas y veíamos como, tras denodados esfuerzos, descubrían los monolíticos peldaños de una escalera que, por un estrecho pasadizo, iba a llevarlos a las entrañas de la peña misma y, con ello, al cofre que contenía riquezas incalculables. Pero ¡ah desilusión! A poco de seguir abriéndose paso, con sobrehumano tesón, nuestros excavadores se topaban con una enorme losa que les impedía seguir avanzando. ¡Se acabó la ilusión! ¡Era imposible seguir progresando! Había que cerrar la galería y volver a casa.
En nuestra ilusión se mantenía la esperanza de que algún día se continuarían los trabajos y se encontraría la forma de romper esa losa que impedía que saliera a la luz el tesoro que la Peña de San Sixto tan cicateramente guardaba en su interior.
Desconozco el origen de la leyenda y si, aún hoy, sigue transmitiéndose entre los pequeños, pero desde luego constituye una de mis vivencias infantiles imborrables y, por otro lado, el principal motivo por el que conocimos la existencia de este paraje que se encuentra en un lugar poco visitado y un tanto lúgubre, o al menos así me pareció las veces que, desde lejos, pude tener acceso visual a él.
Curiosamente, cuando a lo largo de mi vida he leído algo sobre tesoros escondidos, siempre ha venido a mi mente la Peña de San Sixto
“El Picón, Núm. 1. Marzo 1999
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