jueves, 29 de mayo de 2008

APATÍA

Constantemente estoy releyendo los números atrasados de “El Picón”. Sus páginas, escritas hace varios años, han pasado varias veces ante mis ojos y, cada vez que repito esta acción, son varias las cuestiones que llaman mi atención, ya que hay unos temas estrella sobre los que gira la preocupación de las plumas que dan vida a nuestro querido “El Picón”.

Yo diría que los temas en los que con mayor insistencia se incide son dos: la apatía, la desgana que parece que se ha apoderado de los marochos, y la amenaza que esto supone para el futuro de Encinasola.

Me permito opinar sobre el primero de estos temas, sobre la apatía, pues esta nunca ha sido una característica de los naturales de Encinasola.

Cada día estoy más convencido de que para movilizar a un pueblo, para hacerlo actuar, se requiere la voluntad y la iniciativa de unas cuantas personas. Así es que nunca esperemos que Encinasola se mueva por sí sola. A los pueblos hay que estimularlos, hay que moverlos, hay que arrastrarlos hacia el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio.

El marocho nunca fue apático, prueba de esto es que, en un determinado momento, ningún pueblo de su entorno fue capaz de igualar su capacidad para generar tantos medios para desarrollarse. Basta, para justificar esta afirmación, echar una ojeada a los artículos de Custodio Azuela. En ellos se refleja que, en una época no lejana, en la que la industria era escasa en los pueblos de la sierra de Huelva, contaba Encinasola con una fabrica de harina, siete almazaras, carpinterías, afamados talleres de mecánica, varias fraguas, bastantes zapaterías, sastrerías, sombrerería, albardería, herradores, numerosos albañiles, se recogía lana, que se hilaba y tintaba, etc. ¿Es esto posible en un pueblo apático? Permitidme dudarlo.

¿Dónde está la diferencia entre aquel pueblo emprendedor y este que parece estar aletargado? Alguna razón debe de existir entre estas dos aptitudes.

¿Fue apatía lo que movió a miles de marochos a esparcirse por todo el mundo en busca de mejores condiciones de vida?

Aquel mismo empuje que fue capaz de crear toda aquella incipiente industria es lo que ha derrochado el marocho fuera de su pueblo. ¿Ha habido alguno que haya fracasado en su intento de abrirse camino lejos de su “patria chica”?. Creo que, más bien al contrario, todos los hijos del pueblo, luchando contra la soledad, entristecidos por la lejanía de su Encinasola, con lagrimas producidas por su recuerdo y, algunos, teniendo, además, que enfrentarse a lenguas extrañas, han sabido abrirse camino. Un camino que, para orgullo de Encinasola, ha supuesto que muchos de sus hijos hayan sido capaces de alcanzar, dentro de sus profesiones, las cotas más altas y que, cada día, se vanaglorian de ser marochos y publican en voz alta y con orgullo sus raíces. Aquí, me hago una pregunta: ¿Por qué fuera del pueblo el marocho se esfuerza, y dentro de él no?

Se dice que hay apatía porque en el pueblo faltan iniciativas, por ese exceso de conformismo que parece que se ha apoderado de los que viven en él, pero ¿es esto culpa de TODOS los marochos?
Repito que las masas no se mueven por sí solas. No esperemos que con consejos, con palabras, con sólo desear que el pueblo despierte y se ponga en marcha, esto va a suceder.

No es posible que Encinasola haya perdido su capacidad emprendedora. Tal vez sea necesario un impulso para que el pueblo recobre su vitalidad. Un impulso que puede venir de la mano de un equipo, un grupo de personas que con acción, con riesgo y con esfuerzo sea capaz de brindarle una posibilidad de progreso, o por alguna situación que produzca el impacto necesario para ello. Pero, más que tener confianza, debemos estar convencido de que el pueblo tiene capacidad para salir del letargo que se le achaca. Sírvanos de referencia el creciente auge de la Romería a la ermita de la Virgen de Flores, la capacidad para reparar la campana de nuestra torre o el esfuerzo económico que supuso reconstruir la bóveda de la ermita de los Mártires.

Nuestra inquietud está en determinar cuando surgirá ese líder o esa situación que produzca el giro deseado.

Publicado en “El Picón” Marzo 2001

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