A MI PRIMA NICO
Si, Nico, sí tienes quien te escriba, porque hay quien puede y quiere decirte muchas cosas.
Si, Nico, sí tienes quien te escriba. Tienes quien te escriba para decirte que seis años han pasado desde aquel día en el que, al abrir el buzón, me encontré con un ejemplar de “El Picón”. Era el primero que llegaba a mis manos y con él despertó la pasión por Encinasola, una pasión que durante años había permanecido aletargada.
A partir de aquel momento se incrementaron los contactos con las cosas, los seres, el ambiente y todo lo que el pueblo significa. Aquel simple hecho de recibir un ejemplar de “El Picón” supuso tomar conciencia de que el tiempo había ido grabando a fuego en la memoria, de forma imperceptible, todas las vivencias de mis primeros años. Por todo eso tengo que decirte ¡gracias!
Pero es que esos mismos recuerdos hacen que tu imagen aparezca ante mí, para así llenar esos años infantiles, para darles sentido. Porque los dos fuimos “rezagados”. Todos nuestros primos eran mayores, muy mayores. Los dos llegamos “tarde”. Y esa tardanza nos hizo crecer unidos.
¿Te acuerdas cuando, al llegar el mes de febrero, íbamos al Cabá con nuestras madres? Allí corríamos por entre las adelfas. Chapoteábamos en el agua y, muchas veces, pisoteábamos la ropa que con tanto esfuerzo nuestras madres habían lavado.
Y los prestines. ¿Te acuerdas de los prestines? Cada año, cuando se acercaba la Navidad, veíamos como nuestras madres - siempre nuestras madres - siempre tan unidas, se ponían de acuerdo para confeccionar los prestines. Y allí estaban nuestras madres, tita María, nosotros y tu hermano Quico. Porque tu hermano siempre estaba al lado de tu madre. Y tu madre siempre lo llevó en el alma. “Mi niño”, decía. ¡No llores, Nico, no llores! Que era una noche llena de alegría. Una noche con música ¿Recuerdas? ... “El Litri”, “La Jaba”, “El Pandero”, “Francisco Alegre”, etc. ¡Que mi padre no necesitaba de muchas excusas para tocar el acordeón!
¡Primita! ¡Que lejos queda todo y parece que fue ayer!
Las matanzas de tía Dolores; el juego del corro en la Plazoleta; el escudo de Encinasola que bordaste para mi camiseta de jugar al fútbol; los vasos de suero que tomábamos en el corral de tu casa; el queso, el olor a queso; ... y los bailes del paseo.
Los bailes del paseo. ¡Mira que era malo bailando! Tú eras la única que me soportaba. A un pisotón seguía otro. Pero con constancia y esfuerzo lograste que aprendiera aquello de “uno a la derecha y dos a la izquierda” o lo de “to´ seguío, to´ palante”. La verdad es que esto del baile nunca ha sido mi fuerte.
Y pasaron los años. Y cada uno siguió su camino. Dos caminos que no se cruzaron hasta que apareció “El Picón”” Treinta y cinco años pasaron, recordándonos, sabiendo el uno del otro a través de terceros - mis hermanos o la prima Mari – pero, al fin, volvimos a encontrarnos. Tu familia. Tu casa. Y el “pucherón de rape”. ¡Inolvidable!
Prima ¿Ves como sí tienes quien te escriba? Ahora se acaban estas páginas, pero no por esto te faltarán mis líneas “Que lo que unió “El Picón”, nadie lo separará”.
Nico, Nico “la Bulla”, un beso y nunca, nunca, te diré ADIÓS.
“El Picón, Núm. 16. Agosto 2000
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