lunes, 15 de diciembre de 2008

NAVIDAD

En Encinasola, al menos durante los años de mi existencia, la Navidad ha sido una importante celebración. Desde primeros de diciembre se palpaba en el ambiente que unos días de fiesta de enorme arraigo familiar se avecinaban.

Los marochos que estaban ausentes hacían sus preparativos para desplazarse al pueblo y celebrar con sus familias fechas tan señaladas, en tanto que en el pueblo se preparaban dulces, se rifaban liebres, pavos y turrones. Los gallos “barruntaban” que su fin no estaba lejos. Los carpinteros detenían sus habituales trabajos para dedicarse unos días a hacer “carrañacas” y todos se proveían de “fachos” para, con el pellejo de los conejos y liebres hacer unas magníficas zambombas para así, en los “zambombeos”, al calor del brasero, o rondando por las calles, hacer cuanto más ruido mejor.

En la Navidad de 1987 fui a Barrancos y me llamó la atención ver, frente a la iglesia, los restos de una gran hoguera. Me dijeron que era tradición del pueblo quemar un gran tronco en la plaza y que el pueblo celebrase la Navidad junto a él.

Pasados los años compruebo que lo que parecía una tradición “barranqueña” ha pasado la frontera para arraigar fuertemente en Encinasola.

Esto es lo que ha sucedido, pero permitidme que transcriba unos párrafos relativos a la forma en que se celebraba la Navidad en Andalucía en el siglo XIX.

“A primeros de diciembre comienzan los agricultores a reunir el acopio pascual y entre los objetos que lo forman merece especial atención el cabecero o nochebueno, que es un enorme tronco de encina o de quejigo, el cual ha de arder en el lugar en la ocasión que su nombre indica, guardando después la parte respetada por el fuego para aplacar la cólera divina durante las tempestades volviéndolo a encender al momento que retiembla el trueno y brilla la luz de los relámpagos”.

Estas líneas pueden leerse en el Semanario Pintoresco, página 6 del tomo correspondiente al año 1844. Así es que, siendo un hecho probado que Barrancos se formó con gentes procedentes de Encinasola y pueblos limítrofes, ¿no es posible que en estos se perdiera una vieja costumbre y que la misma se haya mantenido en la otra parte de la frontera?

Publicado en “El Picón” Diciembre 2000

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