lunes, 15 de diciembre de 2008

NAVIDAD

Los días finales de diciembre constituyen un punto crucial de referencia. En estas fechas se concentran una serie de celebraciones entrañables dirigidas a la familia, a la juventud y a la infancia, sin dejar en el olvido la ilusión de la lotería y el jolgorio de las inocentadas.

Desde los primeros días de mes se va generando un ambiente de impaciencia en el que se presiente la Navidad como la meta temporal que va a suponer la explosión de amor hacia la familia y de solidaridad, ternura y generosidad hacia todos.

El día 22, al finalizar el pegadizo canturreo de los Niños de San Ildefonso, cada año nos queda la ilusión vivida y la esperanza de que tal vez la próxima vez veamos realizado el sueño de ser los afortunados con el “gordo”. Pero esto es una postura estoica, asumida y pacientemente aprendida a lo largo de nuestra existencia. Lo sorprendente , lo extraordinario, es que a alguien le toque la lotería, pues la gran mayoría es la que está llamada a perder o, dicho de otra forma mas positiva, a alegrarse de la suerte de unos pocos.

El sorteo es el gatillazo de partida que nos conduce a la verdadera fiesta, La Navidad.
Estos días suponen un gran ajetreo para la familia. Se preparan los dulces navideños, “las delicias de sartén” (pestiños, piñonate, etc.), se aderezan los pavos y las liebres, con cuyas pieles se montan las zambombas. Se acondiciona el hogar para la Gran Noche cuyo acto culminante es la Cena que, por sí sola, representa un acontecimiento que justifica que los miembros de la familia ausentes recorran cientos de kilómetros para sentarse alrededor de una adornada mesa en la que se disponen unos alimentos elaborados con el mayor esmero y cariño. Esas horas son inolvidables, entrañables, rodeadas de un halo de felicidad y de una atmósfera de ternura que puede ser comparada con pocos días, también importantes, que se producen a lo largo del año.

Después de la cena se asiste a la Misa del Gallo y, acto seguido, se produce una explosión de ruido, en la que los cantos, acompasados de rudimentarios artilugios de acompañamiento (zambombas, carrañacas, panderetas y un largo etcétera ) inundarán hasta las mas recónditas calles, incluso aquellas cuya existencia algunos habíamos olvidado. Con los cantos y su presencia, los jóvenes participan en los numerosos “zambombeos” distribuidos por todo el casco urbano. En estas reuniones, al calor de un acogedor brasero de picón situado bajo las faldas de una camilla, se dan cita las jóvenes cuya presencia en las calles representa una anatema en la “moruna” mente del marocho. El jaleo en el zambombeo es de tal magnitud y el trasiego de los que entran y salen es tan atropellado que tengo en gran estima el animo y la capacidad de aguante de aquellas familias que asumen la responsabilidad de acoger en sus casas estas “estaciones”, estos puntos de encuentro, para los itinerantes cantores de villancicos y de unas canciones navideñas que son exclusiva e inequívocamente marochas

Tras la Nochebuena, el día 25, el pueblo resurge lentamente de su letargo, se despereza pesadamente, le cuesta ponerse en marcha. Es el día de la resaca.

Aún nos queda el fin de año que, con sus uvas y alguna que otra reunión privada, constituye la fiesta pobre de estas fechas, ya que el día de Reyes le supera, aunque sólo sea por la ilusión de los más pequeños al comprobar, nerviosamente, como los Magos de la Ilusión le han depositado un puñado de golosinas y ese juguete que le permitirá concentrar su atención, su tiempo y, a veces, su agresividad.

Esta es la Navidad de mi pueblo, la Navidad que guardo en mi recuerdo, la que me niego a olvidar. Los tiempos cambian y las fiestas también, afortunadamente, por eso ahora la narración sería distinta ¡Y me parece muy bien! Pero, por favor, no despertarme de mi sueño, aún queriendo esta Navidad, añoro aquella, la que se fue.



“El Picón, Núm. 29. Diciembre 1995

Firmado con el pseudónimo de
Juan José de la Encina

1 comentario:

Carmen dijo...

Unas navidades entrañables que no tienen nada que ver con las de ahora.
Saludos.
Carmen