LA FERIA
En Encinasola, desde que en 1.911 se instituyese la Feria, septiembre ha sido sinónimo de fiesta. Se encaraba este mes con el punto de mira puesto en esos días durante los cuales se producía una explosión de alegría. Eran unas fechas en las que las que las calles se inundaban de música, en las que el pueblo se veía invadido por un gentío de visitantes, pues, durante la feria, la del 17 al 20, era cuando se daban cita en el pueblo las familias que durante el resto del año vivían en el campo o en otros pueblos y ciudades.
Allá en los años cincuenta el pueblo contaba con 7.200 vecinos y durante los días de feria este número se veía ampliamente superado. El gentío hacia rebosar los múltiples locales de diversión y las atracciones que, durante esos días, se instalaban por doquier.
No me resisto a enumerar la existencia de cinco bailes: el del Casino de la Unión, también llamado “de los ricos”; el de “tía Salud”, donde hoy está Banesto; el de Arturo; el de la Plaza y el de los dos paseos, “el de arriba y el de abajo”. Se montaban dos teatros, uno en el “Cortiná” (hoy mercado de abastos), y otro en el cine de verano (donde solían actuar los Hermanos Murillo), a veces también se instalaba un circo en los Grupos Escolares, (en aquellos tiempos en estado ruinoso). A todo esto se añadían las “cunitas“, unas instaladas en la esquina de la torre y, a veces, otras montadas en el “ensanche”. Se colocaban puestos de turrón en la calle de Portugal y la Plaza se llenaba de sillas y veladores, A los múltiples bares que permanecían abiertos todo el año se sumaban otros que abrían sus puertas, ocasionalmente, durante la feria.
Era llamativo, para los ojos de un niño, ver el pueblo lleno de gente. Todo estaba atiborrado, no había sitio libre en ninguna parte. Si se trataba de llegar a la tómbola del “paseo de abajo” había que pasar entre los muchos “mirones” que, al píe del kiosco, se agolpaban para, a vista de rana, ver las piernas que dejaba al descubierto, en sus atrevidas evoluciones, la animadora que, inexcusable e inexorablemente, acompañaba a la orquesta que, interpretando las melodías de la época, imprimía el sello de fiesta a la animada concurrencia.
Así como la mente mantiene intacto el recuerdo de los sabores, tan exquisitos, y que nos parecen tan distintos a los de ahora, así también, en el fondo del cerebro, perviven las canciones que se escuchaban en aquellos lejanos años, eran músicas que el tiempo no ha logrado marchitar porque cada estrofa va ligada a un hecho, a una compañía, al recuerdo del amigo, a...
Algo sumamente llamativo eran los globos de papel de seda, enormes, voluminosos, que al prenderle fuego al algodón colocado en su base se elevaban y elevaban en el mayor de los silencios, excepto cuando se incendiaban y, con ello, se producía el fracaso. En su vuelo se desplazaban zarandeados por el viento y arrastraban tras de sí a un nutrido grupo de pequeños, y no tan pequeños, que se alejaban del pueblo tras ellos, saltando tapias y corriendo campo a través, para recoger sus restos una vez que se producía la caída al suelo.
¿Y la subasta de los lotes de la Contienda? ...El pregonero en el balcón del Ayuntamiento. Aquel pregonero del ¡aaayyyy!... ¿Os acordáis? Anunciaba los lotes y estaba atento a las señas de los que pujaban y hacían subir el precio. ¡Veinte mil reales a la una! ¿Hay quién dé más? Nueva señal, Nuevo aumento de precio y vuelta a empezar ¡Veinticinco mil reales a la una¡ ¡Veinticinco mil reales a las dos!.... Allí estaba medio pueblo para ver quienes se llevaban los lotes.
Algún año incluso había toros. Se improvisaba una plaza de madera en la esquinas SO. del campo de fútbol y ¡Hala! ¡Ya tenemos toros! La corrida la amenizaba la magnífica banda de música, orgullo del pueblo. Esa misma banda interpretaba su “Dianilla” cada mañana, para alegrarnos el saltar de la cama y tratar de aliviarnos la resaca o el cansancio de la noche anterior. Al medio día concierto y, por la noche, de ella se desgajaba una orquesta que tocaba en el baile de la Plaza. Bueno, todos los años no tocaba la orquesta del pueblo, porque este conjunto tenía el inconveniente de que era de Encinasola y, claro, esto era más que suficiente como para que fuese necesario contratar un grupo musical de otro lugar.
¿Y el fútbol? Si no había toros, sí que había fútbol ¡y del bueno!. Con los Nicasio “Guerrilla”, Simón, Carvajo, “Quico Chito”, Berjano, Eloy “Moña”, los Acosta... Por allí pasaban los equipos de Fregenal, Aroche, Cortegana....
¡Que buena era la feria!
“El Picón, Núm. 4. Octubre 1999
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