domingo, 12 de abril de 2009

EL DÍA DE FLORES

La fiesta de Flores que conocí era muy distinta a la actual. En los años que viví en Encinasola, el día de Flores era festivo; pero no se celebraba como ahora.

Aquellos años que la Virgen era traída al pueblo, había Romería el día del traslado de la Imagen desde su ermita al pueblo y el día del regreso a su santuario. El Día de Flores, la fiesta se reducía a una misa solemne, por la mañana, y a sacar en procesión a la Patrona, por la tarde.

Cuando la Virgen no había sido traída al pueblo, la Romería se celebraba el mismo día de la Festividad. Aquel día, gran cantidad de marochos se congregaban en la “Joya de la Fuente” por la mañana, para decir adiós a los romeros, y por la tarde, para recibirlos.

La Romería, que hoy constituye el núcleo principal de la fiesta y que es tan popular, ya que en ella no sólo participa masivamente el pueblo sino que, además, acude gente de otros lugares, en aquellos años era una celebración minoritaria. No creo que cometa ninguna inexactitud si digo que, en los años cincuenta, a la Romería iban los miembros de la Hermandad y unos pocos más.

No conozco la actual celebración del día de la Patrona, pero por la forma en que es descrita, y por los preparativos que he visto realizar cuando la fecha se aproxima, no tengo la menor duda de que en Encinasola no hay día más grande que el de Flores.

Vista la evolución de la fiesta, la facilidad que hoy tenemos para desplazarnos de un lugar a otro y el enorme interés que la gente siente por todo tipo de festejos, cabe augurar a nuestra Romería un magnífico futuro.

Encinasola tiene que divulgar la Romería de Flores. Es necesario que su celebración se conozca más allá de “en los alrededores”. Ese día tiene que ser el escaparate en el que Encinasola se muestre al visitante como un pueblo lleno de vida, rebosante de alegría y en el que se ponga de manifiesto la hospitalidad que siempre le ha caracterizado. Ese tiene que ser el día en el que los de afuera aprecien los atractivos naturales que nuestras tierras poseen y que tan difíciles son de encontrar en otras partes, nuestros productos agrícolas y artesanos, nuestra gastronomía, etc.

Es innegable el cambio que se ha producido en la forma de celebrar la Romería en los últimos veinticinco años, e imposible resulta determinar las modificaciones y la importancia que puede experimentar en el futuro, pero de lo que no debemos dudar es de que todos aquellos que hasta ahora han tenido algún tipo de responsabilidad con relación a la Virgen de Flores han puesto todo su empeño en mejorar la festividad de la Patrona y que ese mismo entusiasmo es el que pondrán los que, en lo sucesivo, ocupen aquellos cargos desde los que se rijan los destinos de la Hermandad.

Todos sabemos la gran brecha que se ha abierto en el seno de la Hermandad y en el propio pueblo, pero, al mismo tiempo, todos somos conscientes de que hay que restañar esas heridas porque lo que Encinasola y nuestra Patrona necesitan no es confrontación, recelo y desunión entre los marochos, sino todo lo contrario: concordia, confianza y afecto entre todos.

Se acerca el día 8 de abril, una fecha muy importante en la vida de Encinasola. Sin lugar a dudas, ese es el día más grande del calendario marocho y es necesario, es obligado, dejar atrás todas las rencillas, todas las diferencias. ¡Todos tenemos que ceder, todos tenemos que olvidar! Hay que unirse en torno a la Virgen de Flores y hacer una fiesta GRANDE. Que cada cual la celebre según su criterio ¿por qué no?; pero que la Piedra de los Valientes no sea el punto en el que se encuentren dos fuerzas en oposición, sino dispuestas a abrazarse.

Es muy importante celebrar ese día muy cerca de la Patrona, con fe y recogimiento; pero no lo es menos pasarlo en total hermandad con los demás marochos, formando una piña y compartiendo la alegría que debe acompañar a esa festividad. Lo contrario, la desunión, el rencor y el resentimiento no pueden ser los pilares en los que se sustente el ambiente más apropiado para pasar un día lleno de felicidad junto a la Patrona.

“El Picón” núm. 19, Febrero 2002

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