sábado, 15 de agosto de 2009

ADIÓS, TAPADA, ... ADIÓS

El 23 de agosto, cuando estábamos a punto de hacer las maletas para alejarnos de Encinasola, nos llegó la noticia de que Vicente Tapada nos había dejado para siempre.
Al oír la noticia afloraron a mi mente un sinfín de recuerdos. Pude ver a Vicente, envuelto en su sencillez, en su taller de la calle de Oliva. Allí, en el número 34, fue donde se inició en ese difícil arte de la talla. Nunca he olvidado aquella especie de exposición permanente que, a través de una gran ventana, nos permitía ver sus trabajos, que se iban disponiendo en un rincón del taller que Vicente acondicionó para este fin.

Grande era su capacidad para dar forma a la madera y si alguien tuvo alguna duda de ello se le disipó cuando, una noche de Jueves Santo, se abrieron las puertas de la iglesia Parroquial de San Andrés para que la figura del Gran Poder llenara las calles de Encinasola de silencio y emoción.

El Gran Poder es una de sus primeras obras, y la más importante de todas las que Encinasola guarda de nuestro desaparecido artista. Vicente siempre se mostró orgulloso de “su Cristo”, por esto le gustaba recordar que “cuando estaba haciendo el Cristo del Gran Poder me encerré en una habitación, porque quería que no se pareciera a ninguno de los ya creados. Pero un día tras otro, la faz de aquel Cristo no me salía. Una noche fui al cine con mi novia y a media película me vino la expresión que durante tanto tiempo había buscado para plasmar en el Cristo. Le dije a la novia que me había puesto muy malo, que me iba a casa. Y me fui al taller, a liarme con el Cristo. Y desde las once y media hasta las siete de la mañana estuve creando aquella cara.”

Sus obras no tienen precio, sencillamente porque nunca las vendió. Las tallas que componen su impresionante creación las guardaba para sí o las regalaba. Jamás se desprendió de ninguna de ellas por dinero, pues, cuando se trataba de establecer un valor económico para su obra, solía decir: “Cuando trabajo por dinero me siento amargado, pero cuando estoy haciendo una cosa que me sale del alma y del corazón estoy disfrutando más que con todo el dinero del mundo”.

Tan indiscutible es la calidad de sus obras que una de ellas, que representa al Monasterio de la Rábida, ha merecido el alto honor de embellecer una de las paredes del despacho de S. M. el Rey D. Juan Carlos I. Pero si está fuera de toda duda su gran prestigio como escultor, no fue menos el que alcanzó como restaurador de muebles. Esta otra faceta artística fue la que constituyó su verdadera profesión y prueba de su reconocida alta calidad como tal son los trabajos de restauración que llevó a cabo en Vinagrella, Bendinat y el propio Palacio de Marivent.

En 1968, con treinta y siete años de edad, siguió el mismo destino de miles de marochos: marcharse a otros lugares a buscar lo que no encontraban a orillas del Múrtiga.

Vicente puso rumbo a Mallorca con sus gubias y su mazo de madera. Allí, en Mallorca, en la barriada de Son Gotleu, durante treinta y cuatro años no han dejado de sonar los leves golpes del mazo sobre los mangos de esas gubias que tanto mimó.
Pero el doblar de las campanas apagó para siempre este laborioso tintineo. Ya su mazo no volverá a sonar. Sus gubias no concluirán esa última maravilla que, probablemente, habrá quedado sobre su viejo banco.

Las gubias. Sus gubias. ¡ Cómo amaba Vicente sus gubias! Tanto las amaba que su deseo, su único deseo, era que “cuando me muera, metan en el ataúd mi maletín y mis gubias, que para verlas por ahí rodando mejor que se vengan conmigo. Igual en la eternidad encuentro tiempo libre y me sirven para continuar mi obra.”

Adiós, Vicente,... adiós. Has sido uno de los grandes marochos. Has sido uno de esos marochos que han paseado con orgullo el nombre de Encinasola por el mundo.

Vicente, tú, con tu arte, has contribuido a que muchos hayan escuchado, y aprendido de memoria, una palabra tan pegadiza, llamativa y hermosa como lo es ENCINASOLA.

Mallorca no sólo te acogió sino que SUPO VALORARTE. Lo dijo el propio Jesucristo: son pocos los pueblos que saben reconocer el valor de sus hijos. Es difícil ser profeta en la tierra en la que se nace. Por esto tú lo fuiste en tierra extraña. Y tanto reconocieron tu esfuerzo y tu trabajo que tu nombre y tu obra no sólo aparecen recogidos en la Gran Enciclopedia de Mallorca sino que también los Diccionarios mallorquines te dedican un espacio en el que, precediendo tu labor en este mundo y junto a una imagen de Tú Cristo, podemos leer: TAPADA CALVO, VICENTE. (Encinasola, Andalusia 1929) Restaurador y escultor.

Adiós, Tapada, ... adiós. Te has ido, pero, en realidad, estás aquí. Quedas entre nosotros, porque sabemos, sentimos, que estás en la mirada de nuestro Gran Poder. Tapada, te tenemos aquí. Estás para siempre con nosotros. Cada noche de Jueves Santo, cuando se abran las puertas de nuestro templo, tu espíritu inundará Encinasola, tu pueblo se llenará de ti.

NOTA.-Expresamos nuestro agradecimiento a Ángel Luna Santos por habernos facilitado una copia del Fascículo 233 de la Gran Enciclopedia de Mallorca, en el que aparece un reportaje realizado por Humbert Colom, y una página de un Diccionario en la que figura una reseña dedicada a Vicente Tapada. En estos documentos está basado este artículo


El Picón núm. 23, Octubre 2002

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