sábado, 5 de diciembre de 2009

LA CALLE

La calle ha sufrido una profunda transformación en los últimos treinta años. El cambio no sólo ha afectado a su propia estructura, sino al modo y posibilidades de circular y de permanecer en ella.

En el aspecto estructural, se ha pasado de unas calzadas empedradas, con aceras levemente marcadas, a unas calles de asfalto o de cemento con clara separación entre el espacio reservado al peatón y el de circulación de vehículos. Antes, no había espacio restringido para las personas, que podían disponer de toda la anchura de la vía. El firme era el apropiado para el paso de las caballerías y de los viandantes, pues el empedrado evitaba los resbalones y el barro que, de otra forma, se habría formado en caso de lluvia.

Este tipo de firme, el empedrado, que se hizo en Encinasola por aportación personal allá por los años 1920, supuso en su momento un gran avance y su construcción constituyó un enorme esfuerzo por la selección, el acarreo y la ordenada colocación de esta enorme cantidad de cantos rodados.

En los años cincuenta se inició en Encinasola la sustitución del empedrado por el asfalto. La calle de la Fuente fue la primera que experimentó esta transformación, mediante la cual se sentaron las bases de lo que sería el nuevo concepto de vía urbana, pues tras las obras quedaron claramente delimitados los espacios. El coche se imponía sobre el peatón, arrebatándole la mayor parte de la calle, limitándole la posibilidad de hacer uso de ella como si se tratase de una continuación de su propia casa.

En este proceso, el más perjudicado fue el niño que hasta entonces había crecido en la total permisividad y libertad callejera, pues era en las vías públicas donde correteaba, jugaba al corro, a la pelota, saltaba a la comba, jugaba a los bolindres, lanzaba el repión y cometía las pequeñas diabluras propias de su edad.

El niño salía de casa y permanecía en la calle todo el día, excepto el tiempo reservado para las comidas. Por la tarde, la señal para regresar a casa la daba tío Francisco “el de la luz” cuando encendía el alumbrado público. Esta forma de crecer era notablemente diferente a la actual, o al menos era distinta de como ahora se desarrollan los niños en las ciudades y en los pueblos, pues, por la intensidad del trafico que actualmente soportan las vías, los pequeños se ven privados de la libertad de antaño, permaneciendo la mayor parte del día encerrados en casa, controlados totalmente por los mayores o absorbidos por la “caja tonta”, la tele. Esta forma de crecer les quita independencia, les hace más dependientes de sus padres y parece como si por esto les costase un poco más valerse por sí mismos.

Durante el verano, al atardecer, las familias se sentaban a la puerta de sus casas a “tomar el fresco” y los jóvenes montaban el paseo en la calle de Sevilla, sin que los vehículos molestasen a unos y a otros. Hoy apenas se pasea por las calles y “tomar el fresco” es cada vez más difícil. La calle, en definitiva, ha visto perder su papel de medio comunicador.

Reconozco que la edad nos hace nostálgicos y tal vez por esto es por lo que tengo la esperanza de que en Encinasola se dejen algunas de sus calles con el firme de piedra. Con esto quedaría una evidente muestra de cómo ha sido el aspecto del pueblo durante la mayor parte del siglo XX y, de paso, se rendiría homenaje y se reconocería el enorme esfuerzo de aquellos que con su trabajo cambiaron la fisonomía del pueblo haciendo, mediante el empedrado, que sus polvorientas y embarradas calles dieran paso a unas vías limpias y transitables en todo momento. Esto, la conservación del empedrado, es lo que se ha hecho en otros lugares y hoy esas calles que se han respetado constituyen un motivo de curiosidad para los ojos del que sólo ha conocido el asfalto. Todo ello a pesar de la dificultad que las piedras pueden suponer para los desacostumbrados pies de los caminantes de “llano” y del ruidoso y traqueteante circular del coche.

“El Picón, Núm. 6. Febrero 2000

1 comentario:

Jesús F. Sanz dijo...

El problema actual de las calles en Encinasola no es solo que están perdiendo los empedrados, es que el asfalto que los sustituye está en pésimas condiciones en muchas de ellas. No es mi ánimo criticar, es secilla y llanamente exponer una realidad.¡Lástima que tengan que desaparecer los empedrados ¡; no es exclusivo del pueblo, ocurre en todas partes, se están sustituyendo por asfalto para facilitar el tráfico rodado, además de evitar ruidos molestos al paso de los vehículos por superficies rugosas. Ya digo, es una lástima perderlos porque daban tipismo y belleza a los paisajes urbanos de pueblos y aldeas.
Cordial saludo