viernes, 5 de marzo de 2010

ARTÍCULO NO PUBLICADO
MI LLEGADA A LA CIUDAD

¡La hora! ¡Que lío con la hora! En mi pueblo hay un reloj, el de la torre. Con ese reloj sobran todos los relojes. Se oye en todas partes. Todos nos guiamos por él. Suena una campanada.¡La una!. Todo el mundo sabe que es la una y no hace falta saber más.

En mi pueblo el tiempo se divide por horas, la una, las dos,....Si preguntamos qué hora es, te dicen: “Más de la una”, “La una y pico” o “Cerca de las dos” Esa es la división del tiempo. ¡Qué más da eso de los minutos! Se vive y se trabaja al son de un horario que carece de la rigidez del de la ciudad. En la ciudad, si preguntas la hora te contestan: “Las cinco y doce minutos” ¡Que barbaridad! ¿Para qué tanta precisión? Con saber que son más de las cinco ya se tiene bastante.

En la ciudad, la gente corre, vuela, por las calles. Se les oye decir: ¡Llego tarde al trabajo! ¡Que pierdo el autobús! ¡Que me cierran la tienda! ¡Bah! En mi pueblo, primero, que me levanto antes que el sol ¡como para llegar tarde! segundo, que no hay autobús y, tercero, que las tiendas nunca cierran. Que quiero un kilo de patatas, voy a casa de tío Vicente, llamo a la puerta, me abre y compro las patatas. En la ciudad no es así. El domingo no se abre.
Los demás días se cierra a la una, se abre a las.....El reloj nos va sometiendo implacablemente.

Cuando llegas a la ciudad no tienes prisa, pero corres. Corres como un loco, y... de pronto, te paras y piensas: Pero yo ¿a donde voy? Te serenas y empiezas a andar reposadamente. Y el tiempo se enlentece y ves a la gente pasar a tu lado alocadamente. Pero, al cabo de un rato, vuelves a estar tan acelerado como al principio
Esto se ha ido metiendo en nuestras mentes, en las de todos los que salimos del pueblo, aquellos que un buen día empezamos a correr, correr y correr. Y tanto hemos corrido que, en realidad, no hemos parado y, al final, no hemos llegado a ninguna parte. ¡No se llega a ninguna parte! ¡Se es esclavo del tiempo! En el pueblo es distinto. En mi pueblo se domina al tiempo. La gente tiene un sol, que sale por la mañana y se pone por la tarde, y unas campanas, que van dividiendo el día. Con esto hay suficiente y si, a veces, no se sabe si son las tres o las cuatro ¡Es igual!
JoséDomínguez Valonero

3 comentarios:

Jesús dijo...

¡ Que tiempos aquellos ¡, ha llovido desde entonces, y nunca mejor dicho, con las que están cayendo, sobre todo en esta Andalucía occidental. Aquellas expresiones… "van a dar las dos", "las dos están al caer", por ejemplo, se han perdido definitivamente; la hora tiene ya una precisión matemática, cotejamos nuestro relojes con las señales horarias para llevarla exacta en nuestros cronómetros, así queremos que funcionen esas maravillas de cuarzo, sin variación apreciable. Atrás quedaron aquellos relojes de cuerda que como se te olvidara enrollarla, al pararse, quedabas desorientado, buscando alguien que te indicara para ponerlo de nuevo en marcha. El primer reloj..., también fue importante para los jóvenes de nuestra época, no todos lo tenían. El reloj de la torre de Encinasola, "Radio Farruco", de trascendental importancia para la vida en el pueblo, sobre todo para los que nos habían marcado hora de llegar a casa...
¡Que tiempos aquellos...¡

Anónimo dijo...

Bueno, para los jubilados no deberia existir la hora y en esas estamos mas de uno, pero nos arrastra este trajín al que llamamos extres y pendientes de la hora se nos va el tiempo que cada vez pasa mas rápido, al menos en mi caso le faltan horas al dia para hacer todo lo que me gustaria.
Saludos.
Pilar
Pilar

Jesús F. Sanz dijo...

Es verdad Pilar, será la inercia después de tantos años esclavos de la "maquinita" dichosa. Tal vez sea esta la razón que yo sea un entusiasta de los relojes, en mi casa los hay por todas partes, hasta cuando me acuesto y apago la luz, allí en el techo están proyectados los dígitos que me señalan la hora. En fin, manías de jubilados que puede ser que estemos empezando a chochear...(por lo menos yo)
Cordial saludo