lunes, 15 de marzo de 2010

NUESTROS JUEGOS

En la vida de un pueblo los niños ocupan un lugar importante. Esta trascendencia de los niños, su presencia en cualquier punto del núcleo urbano y, sobre todo, la actividad que desarrollan por medio de sus juegos motiva que cualquier estudio encaminado a conocer cómo era la sociedad que, en un momento determinado, vivía en un municipio tenga que incluir los juegos desarrollados por la infancia en ese pueblo y en esa época que merece nuestra atención.

Esta tarea puede parecernos fácil, pero las costumbres, y los juegos no dejan de ser parte de ellas, cambian continuamente. Los juegos cambian. Sin embargo, son escasos los textos que hacen una descripción de ese “trabajo” en el que la infancia invierte la mayor parte de su tiempo. Pocos textos tratan sobre este tema o, al menos, muy escasos han sido los que he conseguido.
Un día, cuando traté de conocer en qué empleaban su tiempo los niños del tramo final del siglo XVIII no me fue posible encontrar ninguna descripción clara y precisa de los juegos en los que, indudablemente, la infancia de aquella época tenía que “quemar” sus horas libres.

La dificultad de reconstruir la infancia de aquellos lejanos años me llevó a realizar una mirada hacia atrás. Tras repasar mentalmente mis años infantiles, mis largas horas en las calles del pueblo, y darme cuenta de la multitud de formas que teníamos de pasar el tiempo, me decidí a ir dejando constancia de los juegos que iba recordando y esto hizo que, casi sin darme cuenta, fuesen apareciendo más páginas de las que en un principio pude imaginar.

Esas páginas fueron recogiendo, pedazo a pedazo, momento a momento, los años de nuestra infancia, aquellos que nunca se olvidan, los que ahora, tras el paso de los años, nos parecen tan maravillosos.

Con esto no pretendía nada más que recordar. Nunca me lo planteé como una forma de hacer llegar a los demás estas descripciones. Este propósito ha surgido ahora, cuando al haber llegado estas páginas a otras manos, he visto el interés que aquellos que las leían ponían en recordar sus propias vivencias, que parecían aflorar ante el estímulo de la lectura.

Me surgió la idea de que tal vez interesase a “El Picón” recoger estas “historietas” en forma de coleccionable. Se lo sugerí a la Redacción y vi que esta propuesta fue acogida de forma muy favorable.

Sin embargo, más tarde comprendí que reunir alrededor de 120 páginas suponía varios años guardando artículos de “El Picón”, con lo que podía ser escasas las colecciones que se completasen, unas veces por la pérdida de algunos fascículos y otras porque estos se estropearían; pero, además, hay que tener en cuenta que, a la hora de encuadernarlos, su precio será superior al que supondría adquirir un libro que contuviese todas esas descripciones.

La idea de recoger estos juegos en un libro queda ahí, en el aire. No sé si algún día se levará a cabo. De todos modos los juegos se van a publicar en estas páginas a partir del próximo número, para que quien lo desee los vaya coleccionando.

El Picón núm. 23, Octubre 2002

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